Abrir la ventanilla, duchas refrescantes, auriculares con alarma que detectan la inclinación de la cabeza, cócteles de bebidas cafeínicas, isotónicas y energizantes, ambientadores de olores fuertes, música animada, juegos mentales y mnemotécnicos, conversaciones imaginarias en voz alta, carreras, agua y aire... Todos los pequeños “truquitos” para permanecer despierto son, a la larga, inútiles, y lo único que contrarresta la fatiga es el descanso.
En los viajes de largo recorrido, o en la rutina diaria del conductor en épocas de mucho trabajo (cuando las jornadas completas al volante se apelotonan una tras otra y el descanso, por más que sea fructífero, resulta insuficiente), uno de los grandes peligros es la somnolencia. La DGT no ofrece estadísticas que discriminen de forma efectiva los motivos de los accidentes. Si un vehículo se sale de la carretera, se considera que había una velocidad excesiva, pero no se tendrá en cuenta a efectos estadísticos (y salvo en caso de denuncias) el estado de la calzada o del conductor. Pero en Francia diversos organismos preparan estadísticas propias, y resulta sorprendente las cifras que ofrecen: un tercio de los accidentes mortales ocurridos en autopista se deben a quedarse dormido al volante.
De este mismo estudio sobre las estadísticas del país vecino, se desprenden otros datos interesantes. Por ejemplo, que una jornada sin descanso equivale, en los efectos del conductor, al hecho de haber consumido 1g de alcohol por litro de sangre. Que en un trayecto nocturno, casi un 30% de los conductores (de todo tipo de vehículos) se ha visto obligado a detenerse alguna vez debido a la somnolencia, y hasta el 47% ha sufrido algún ataque de sueño. Y que hasta el 75% de conductores ha confesado conducir alguna vez con fatiga.
La reacción inmediata del conductor ante estos síntomas, consiste en abrir la ventanilla, subir el volumen de la radio o entablar una conversación. Algunos conductores profesionales de grandes volúmenes, acostumbrados a largas y tediosas travesías, tienen pequeños “truquitos” ante esos ataques de sueño. Es habitual portar pulverizadores de agua con los que refrescarse y bebidas estimulantes (cócteles explosivos de café, cola y bebidas energéticas). Está el clásico pasatiempo de hacer cálculos mentales con las matrículas, canturrear o incluso hay quien se apea del camión y se dedica a correr alrededor del tráiler.
Pero todo buen conductor sabe que por más estimulantes y actividad se proporcione a uno mismo, cuando el sueño aprieta la única opción posible es dormir. El resto son placebos, que pueden ayudar para finalizar un trayecto, pero pueden resultar muy peligrosos cuando se pretende estar despierto durante muchas horas y cumplir con un plazo. Por eso, incluso si dejásemos a un lado las consideraciones legales, es importante calcular bien los trayectos, partir con tiempo y ceder al sueño cuando se presente. Hay que tener acomodada la cabina para estas cabezadas. Que el sueño sea reconfortante y como en casa, y por supuesto, que se produzca estacionados en el lugar debido.
Como toda precaución es poca, el futuro del transporte pasa por la implantación de serie de detectores de fatiga. En estos momentos, el Instituto de Biomecánica de Valencia (IBV) participa en el proyecto europeo HARKEN, que pretende monitorizar nuestros ritmos cardíacos y respiratorios, y aplicar alarmas a tecnologías textiles que cubrirán los asientos del piloto.
Pero ante todo, nunca hay que olvidar la máxima de que nuestra vida y la de los demás es mucho más importante que los vehículos o todo el cargamento que portemos.
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